Einstein tenía razón otra vez: por qué su teoría podría revolucionar la búsqueda de vida extraterrestre


Albert Einstein cambió para siempre la forma de entender el universo cuando, en 1915, presentó su teoría de la relatividad general. Más de un siglo después, sus ideas siguen en el candelero y están más vigentes que nunca. Un equipo de investigadoras de la Universidad de Wisconsin-Madison descubrió que esa misma teoría podría ser clave para algo que nadie imaginaba: encontrar vida en otros planetas.
El trabajo, realizado por Eva Stafne y Juliette Becker, propone que la relatividad general puede evitar que ciertos planetas se recalienten hasta volverse inhabitables. El hallazgo abre una nueva línea en la búsqueda de vida extraterrestre, ya que muestra que incluso los mundos que orbitan enanas blancas, es decir, los restos de estrellas como el Sol, podrían tener condiciones favorables para la vida.
En otras palabras, la ecuación de Einstein no solo explica los agujeros negros o el Big Bang: también podría estar protegiendo planetas vivos en el cosmos.
Las enanas blancas son los “cadáveres” de estrellas que agotaron su combustible y colapsaron sobre sí mismas. Aunque ya no generan energía por fusión nuclear, conservan calor durante miles de millones de años. Esto hace posible que los planetas cercanos mantengan temperaturas adecuadas para tener agua líquida, un requisito básico para la vida.
El problema es que esas zonas habitables están extremadamente cerca de la estrella. En esa región, las fuerzas gravitatorias son tan intensas que pueden deformar un planeta, generar fricción interna y calentarlo de manera descontrolada. Es lo que se conoce como calentamiento por mareas, un fenómeno que podría transformar un mundo prometedor en una versión extrema de Venus.
Hasta ahora, los modelos que estudiaban estos casos se basaban en la física clásica de Newton. Pero en entornos tan densos como los que rodean a una enana blanca, esa física se queda corta. Ahí entra en escena Einstein.
En sus simulaciones, las científicas compararon sistemas con y sin relatividad. Los resultados fueron claros: cuando se aplican las correcciones relativistas, muchos planetas logran mantener órbitas más estables y temperaturas seguras. En cambio, sin esos efectos, la mayoría terminaba atrapada en un ciclo de calor extremo que hacía imposible la vida.
De esta manera, la relatividad actúa como una especie de “protector cósmico”, capaz de dar equilibrio a mundos que, sin ella, se perderían en el caos térmico.
El estudio no solo revaloriza la teoría de Einstein, sino que también expande la definición de zona habitable. Ya no alcanza con calcular la distancia de un planeta a su estrella: también hay que considerar cómo las leyes de la física afectan su órbita y su temperatura interna.
Esto vuelve especialmente interesantes a las enanas blancas, que hasta hace poco se consideraban escenarios imposibles para la vida. Su tamaño reducido y su estabilidad térmica las convierten en excelentes candidatas para observar con telescopios como el James Webb, capaces de analizar atmósferas planetarias con gran detalle.
Incluso planetas que se formen a partir de los restos de una estrella muerta -o que sobrevivan al colapso- podrían ser oasis inesperados, siempre que la relatividad haga su parte.
El hallazgo deja una enseñanza doble: primero, que la física del siglo XX sigue viva en los desafíos del siglo XXI; y segundo, que la búsqueda de vida extraterrestre no solo depende de telescopios más potentes, sino también de comprender mejor las fuerzas que gobiernan el cosmos.
En el fondo, lo que propone este trabajo es simple y fascinante: algunos planetas podrían existir gracias a los efectos relativistas que los mantienen estables. Y eso significa que cada vez que un astrónomo apunte su lente hacia una enana blanca, podría estar observando un rincón del universo donde Einstein sigue cuidando las condiciones para la vida.
Fuente: www.clarin.com



